jueves, 8 de septiembre de 2011

Rutina II




                                                   "Incrustando amores y odios en mi rutina" 
                                                           Tinta sobre papel, 46x32cm (2011)

                                                              DIBUJO: Gastón Marsal





Rutina.
Un día plagado de sacrificios, fingiendo bienestar, forzando gentilezas, y con la cordialidad hecha tic, con tanto peso de rutina sobre mi espalda, me desplomé en la cama. Y como sé que odias que me duerma vestida, me dormí, para que me desvistas con cuidado, y sentir como me amas en los pequeños detalles, cuidando mis sueños, cuidando que no me despierte.
Me descalzaste y en la punta de los zapatos quedaron los lugares en los que debo estar, en mis pantalones la cobardía, en mi remera que tanto trabajo te dio sacarme se fueron mis miedos, en mi corpiño mis recurrentes pasados, en mis calzones remendados mi recelo a la sensualidad. Lo último que me sacaste fueron las hebillas, tardaste una eternidad, porque un sinfin de monerías evitaban que me desnudes.
Cuando terminaste volví a ser una hoja en blanco, sin adjetivos, sin firma, sin tachones ni la necesidad de esconderme en una metáfora o en un olvido que proteja mi integridad.
Empezaste a escribirme con sutiles movimientos, logrando encontrar mi mirada, y empezamos a escribir a dos manos nuestros cuerpos, increpando al deseo enfrentando a la totalidad de nuestros sentimientos.
Entre mordidas y caricias evitábamos las comas, nos regalábamos un punto seguido cuando nos erguíamos para caer en una continuidad de puntos y comas que nos agitaban, mientras penetrabas cada uno de mis espacios en blancos.
Podrías haberme acabado en un punto final, pero no, me hiciste dormir y me volviste a vestir, porque me aceptás hasta cuando me odias y yo amo que me odies con tanto amor. 



  Ilustración: Gastón Marsal  // Texto: Eliana Tortorella.


                                                          ¡Gracias por tu ARTE Gastón! 

miércoles, 7 de septiembre de 2011

BiS

Todo  terminó cuando Indiana murió. Nace Indiana, Observa, aprende, se equivoca, ríe y no llora.
Con los años necesarios para inaugurar su adolescencia, conoce a Maria Soledad, ellos solían ir juntos a trepar cuanto árbol se les resistiera, y en unos pocos inviernos dejaron de ser niños. Los árboles se volvieron solo árboles y ellos ya no eran iguales, pero todavía seguían siendo a la par.
Con oscura inconciencia, le dieron lugar a un tercero en el mundo, que rápidamente aprendería hablar y a cometer los mismos errores que papá.
Maria de las Soledades, así se santificó luego de abandonar a Indiana y a su hijo por una aventura o excusa, se dedicó a realizar un show teatral, y así sobremorir, sola entre los ecos de un par de aplausos sin gloria y sin pasado.  
Por su parte Indiana recorría el mundo con su hijo enano, que con gran carisma logro conquistar a la mujer barbuda, con la que su padre había mantenido una aventura, el pequeño logro ser un gran domador de gatos; pronto domo a su padre, que su próxima reencarnación seria un gato de tres vidas.
Y por fin en un día sin nombre, anciano y sin muchas fechas para recordar, todo terminó. 

Eliana Tortorella

miércoles, 31 de agosto de 2011

AfroditaS

Cada invierno, sola, sentada admirando el crepúsculo de Julio, cíclico estado que erosionaba la espera y moría marchita…clonando mil muertes, en el mismo lugar diferente en la diferencia del lugar.
Cada primavera la resurrección, festejada en orgías de abstinencia, sobredosis de presencias, teatros dionisiacos donde exponían mentiras impugnables. El telón cayó y calló, en el silencio, su escena final  y nuevamente, sé descubrió ciclo.
El invierno se le escapo de las manos y no murió, conoció la primavera y la libertad. Conoció a mujeres afroditas que caminaban su camino sin la compañía del viento, saboreando todo aquello que se les prohibía, aflorando en los ríos míticos de la felicidad errónea. Talaron pinos que acariciaban las lunas de Venus y fumaron vicios; jugaron a ser el fetiche y amar a espejos invertidos. Introdujeron uñas gatas en sus ojos sin mirada, deseaban llorar de una vez  la muerte de las espejismos.

Eliana Tortorella

lunes, 22 de agosto de 2011

B i C i C l E t A…

La bicicleta de un niño es la nave más poderosa, donde sus energías mueren en los brazos del pedal.
La bicicleta de un anciano es el souvenir de una vida llena de nostalgias.
La bicicleta de un canillita una herramienta de trabajo.
La bicicleta para un loco es un enemigo camuflado.
La bicicleta para el dadaísmo es arte.
La bicicleta para un poeta es la musa, de versos que pedalea su imaginación.
La bicicleta para la real academia española es un Vehículo de dos ruedas de igual tamaño cuyos pedales transmiten el movimiento a la rueda trasera por medio de dos piñones y una cadena.
La bicicleta de un amante en las exactas es           Bn=    I2 + C2     tan inerte en el papel, como un elementos con ocho electrones.                                                T+A+L
La bicicleta es la conjugación de letras y la imagen morfológica de los lentes del conductor.
El niño pedalea a la velocidad de la luz, mientras que el licenciado en exactas con el tiempo y la aceleración encuentra su velocidad inicial; el loco observa escondido tras un árbol, al asecho de su enemigo que apunta con el diario del canillita, que con su sombra inspira al poeta, que con sus versos llenara de nostalgia al anciano. Los recuerdos del sabio revive el dadaísmo y el arte inmortaliza lo cotidiano en museos de vivencias, con firmas y autores de mil historia con el mismo personaje.

Eliana Haydeé Tortorella 

domingo, 31 de julio de 2011

Rutina.

Un día plagado de sacrificios, fingiendo bienestar, forzando gentilezas, y con la cordialidad hecha tic, con tanto peso de rutina sobre mi espalda, me desplomé en la cama. Y como sé que odias que me duerma vestida, me dormí, para que me desvistas con cuidado, y sentir como me amas en los pequeños detalles, cuidando mis sueños, cuidando que no me despierte.
Me descalzaste y en la punta de los zapatos quedaron los lugares en los que debo estar, en mis pantalones la cobardía, en mi remera que tanto trabajo te dio sacarme se fueron mis miedos, en mi corpiño mis recurrentes pasados, en mis calzones remendados mi recelo a la sensualidad. Lo último que me sacaste fueron las hebillas, tardaste una eternidad, porque un sinfin de monerías evitaban que me desnudes.
Cuando terminaste volví a ser una hoja en blanco, sin adjetivos, sin firma, sin tachones ni la necesidad de esconderme en una metáfora o en un olvido que proteja mi integridad.
Empezaste a escribirme con sutiles movimientos, logrando encontrar mi mirada, y empezamos a escribir a dos manos nuestros cuerpos, increpando al deseo enfrentando a la totalidad de nuestros sentimientos.
Entre mordidas y caricias evitábamos las comas, nos regalábamos un punto seguido cuando nos erguíamos para caer en una continuidad de puntos y comas que nos agitaban, mientras penetrabas cada uno de mis espacios en blancos.
Podrías haberme acabado en un punto final, pero no, me hiciste dormir y me volviste a vestir, porque me aceptás hasta cuando me odias y yo amo que me odies con tanto amor. 

Eliana Tortorella

Consignas del quizás (parte 1 y 2).


1-
Siempre estuvo a punto de hacer tantas cosas, de decir eso que hacía sangrar su garganta, ponerle letras al ardor en su pecho, a acariciar sin que le temblara la mano, pero se congelaba en la intención, se conocía demasiado, sabía lo que duraría, prefirió no hacer nada y morir parada a punto de dar el primer paso.
 2-
Sueña con ser madre aunque su vientre esté seco, sabe como se llamara si es hombre o mujer, los pronuncia,  mira donde podría estar el tercer plato, láva sabanas sin orinar, si la posibilidad de ser madre hubiera existido, seguramente ella estaría deseando no serlo jamás. 

Eliana Tortorella

sábado, 9 de abril de 2011

Consiga Barroca

Los pisos de los otros serán solo el sostén de pasajeros que extinguirán un andar sin destino, porque se pararan sobre el pasado de otros correrán sobre y no para,  porque no sembraron el camino de los recuerdos, de los sentimientos inclasificables, de un poco de los que se creyeron que son dentro de las meticulosas adversidades de la nada en su plena totalidad. Replanteando la nadiadad de los C, de los que nadan en los mares de los recordados, masturbando al olvido de los reprimidos y su ello en ellos, usando mentiras para justificar su existencia. Cuando las palabras misma es una mentira, cuando el cuando no es cuando sino un donde y luego un desde cuando. La mentira se volvió verdad y cuando la razón nuestra razón de ser, el ser siendo. Cada vez todos son menos uno y mas uno en la ecuación de la identidad, menos que menos en la ínfima porción de la realidad. Y justo ahí cuando todos estaban, sabían y podían justo ahí no paso nada. En un rincón de la estructura social a la sombra de una cruz que podría haber sido un circulo y entonces hubieran colgado de nuestros cuellos círculos sagrados tan redondos y tan exactos que el mismo infinito encontraría su final en si mismo.  

Eliana Haydeé Tortorella