Sus besos
son definitivamente diferentes, vienen acompañados de fuertes abrazos, de una
sonrisa que no tiene otra intención mas que ser eso, la muestra de la felicidad
en el ahora, como si ese momento fuera único e irrepetible, su mirada es
siempre de sorpresa, porque todo lo olvida rápido y cada vistazo es una
bienvenida al mundo.
Él no hace
mas que hamacarse y yo no hago más que buscar su mirada, pueden pasar días sin
que la encuentre pero una vez cada tanto nos encontramos y un gemido nos
conecta, es cuando me permito tocarle la manos y por un rato no se mueve,
después se vuelve a ir y yo vuelvo a esperar que me visite una mirada.
Tiene la
edad de mi mamá pero la peino como si fuera mi hija, se sabe una canción, solo
una, ella tiene un don, me la canta como si nunca la hubiera escuchado.
Ella no
tiene voz aunque sus manos gritan eufóricas, su cara se desborda de gestos y me
cuenta entre señas y muecas como estuvo su día, cuando me despido siento que
hay mucho ruido y pocos significantes entre los no discapacitados.
Eliana
Tortorella
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