Nació de un
repollo, eso me decía, todo en ella era original, no había heredado nada de
nadie, no se parecía a nadie, no era de nadie, a veces se sentía nadie.
Solo tenía
un nombre que alguien había elegido para ella, y al decir verdad era un nombre
encantador, como si la persona que lo eligió la hubiera soñado, imaginado y
presentido que iba a tener ojos color Canela.
Era tan
dulce, que no fue difícil enamorarme, pero tendría que haber previsto que un ser
con alas, vuela y si ese ser no tiene pasado, desaparece.
Pero uno a
veces vive más de lo que imagina, lo suficiente como para reconocer unos ojos
color Canela en una prostituta bajo la lluvia. Me dijo que estaba viejo, pero
que los años habían sido más bondadosos conmigo, era mentira, claro. Me hubiera
encantado decirle que era una vieja hermosa y que la extrañe, pero no me anime,
otra vez no me anime.
Eliana
Tortorella
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