sábado, 16 de febrero de 2013

Cuando aprendí a besar, mirar, cantar y hablar



Sus besos son definitivamente diferentes, vienen acompañados de fuertes abrazos, de una sonrisa que no tiene otra intención mas que ser eso, la muestra de la felicidad en el ahora, como si ese momento fuera único e irrepetible, su mirada es siempre de sorpresa, porque todo lo olvida rápido y cada vistazo es una bienvenida al mundo.

Él no hace mas que hamacarse y yo no hago más que buscar su mirada, pueden pasar días sin que la encuentre pero una vez cada tanto nos encontramos y un gemido nos conecta, es cuando me permito tocarle la manos y por un rato no se mueve, después se vuelve a ir y yo vuelvo a esperar que me visite una mirada.

Tiene la edad de mi mamá pero la peino como si fuera mi hija, se sabe una canción, solo una, ella tiene un don, me la canta como si nunca la hubiera escuchado.

Ella no tiene voz aunque sus manos gritan eufóricas, su cara se desborda de gestos y me cuenta entre señas y muecas como estuvo su día, cuando me despido siento que hay mucho ruido y pocos significantes entre los no discapacitados.

Eliana Tortorella