jueves, 26 de enero de 2023

Cómoda

Es fácil calcular la antigüedad de la cómoda de mi mamá, cuarenta y un años. Un año y unos meses más grande que yo, muy cerca de un número tan cargado de autoridad, para afirmar teorías que me hubieran refutado con más facilidad a los veinte, pero cerca de los cuarenta se vuelve más sólida la estupidez que vamos madurando por años. Esa cómoda la vi desde la cuna, cuando empecé a caminar la usaba de soporte, cuando pude abrir los cajones encontraba a mi mamá en detalles, nunca tenía ropa nueva porque prefería comprarnos ropa a nosotros, había boletas de quiniela, como pequeños recortes de sueños e inversiones que se supieron mantener en el tiempo, jugando los mismos números por más de cuarenta años. En la cómoda mi papá dejaba la plata para el día, cuestión que volvió a mi mamá la mejor financiera y una astuta negociante, diseñando listas de mercados a los que no le faltaba ni un ingrediente para las mejores cenas de mi niñez. Pero se empezó a despintar, se rompió la pata de atrás, la apoyaron contra la pared, las manijas se fueron rompiendo, pero a nadie se le cruzaba reemplazarla. Poco a poco vi como se fue llenando de fotos, primero mi abuela que falleció cuando mi mamá tenía doce años, después sumó la foto de mi abuelo materno, de mi abuelo paterno foto que bese en muchas oportunidades, la foto de mi abuela paterna, la foto de Nico, nunca nos atrevimos a volver a verla sin llorar, ni dar el paso de enmarcarla, la foto de mi tía Analía la menor de las hermanas de mi mamá y seguido la de mi tío Beto el mayor, mí tía Pocha y por último Paula su hija, mi prima y la ahijada de mi mamá. De repente y casi en un parpadeo esa cómoda se llenó de nostalgia, de abrazos no dados y la explicación de porque cada vez a uno le cuesta más llorar, abraza sin lágrimas y le duele sin quebrarse, uno aprende a acomodar fotos y preparar cuadros, uno aprende a preparar la comoda que guarda la ropa vieja de mamá y los papeles que papá no quiere tirar. Eliana