domingo, 31 de julio de 2011

Rutina.

Un día plagado de sacrificios, fingiendo bienestar, forzando gentilezas, y con la cordialidad hecha tic, con tanto peso de rutina sobre mi espalda, me desplomé en la cama. Y como sé que odias que me duerma vestida, me dormí, para que me desvistas con cuidado, y sentir como me amas en los pequeños detalles, cuidando mis sueños, cuidando que no me despierte.
Me descalzaste y en la punta de los zapatos quedaron los lugares en los que debo estar, en mis pantalones la cobardía, en mi remera que tanto trabajo te dio sacarme se fueron mis miedos, en mi corpiño mis recurrentes pasados, en mis calzones remendados mi recelo a la sensualidad. Lo último que me sacaste fueron las hebillas, tardaste una eternidad, porque un sinfin de monerías evitaban que me desnudes.
Cuando terminaste volví a ser una hoja en blanco, sin adjetivos, sin firma, sin tachones ni la necesidad de esconderme en una metáfora o en un olvido que proteja mi integridad.
Empezaste a escribirme con sutiles movimientos, logrando encontrar mi mirada, y empezamos a escribir a dos manos nuestros cuerpos, increpando al deseo enfrentando a la totalidad de nuestros sentimientos.
Entre mordidas y caricias evitábamos las comas, nos regalábamos un punto seguido cuando nos erguíamos para caer en una continuidad de puntos y comas que nos agitaban, mientras penetrabas cada uno de mis espacios en blancos.
Podrías haberme acabado en un punto final, pero no, me hiciste dormir y me volviste a vestir, porque me aceptás hasta cuando me odias y yo amo que me odies con tanto amor. 

Eliana Tortorella

3 comentarios:

  1. Buenísimo, Eliana! Ni sabía que tenías blog.

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  2. Eli...cuanta sensibilidad y talento...varias capas de profundidad que deshaces y volves, comoda, como eterea y espesa a la vez. Te quiero!

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