viernes, 23 de noviembre de 2012

Dos formas de subirse a la Toyota



Revolviendo sabanas, sentí como mis tripas se estrangulaban reclamando alimento, me levante e impulsivamente abrí la heladera, solo una lata de tomate y una revolución de experiencia licuo mi mente, hecha amalgama gris.
La lata y yo
Yo y la lata
La Toyota
Todo era confuso, quise hablar, no pude, no me entendía, nadie me ayudaba, el discurso absurdo me margino de los otros y hasta de mi súper-yo, como si mi yo se hubiese hartado de mediar con mi primera experiencia de satisfacción.
No tenia ni motivo ni causa para respetar a la lata; con las extensiones de mi torso destroce ese cilindro de oferta, de repente todo era rojo, primario, mis venas tenían semillas y pensé saborear el tuco venático de cabeza y cruzada de brazos, recordé, que el hombre que irrumpió en la cocina era mi padre, que abrigo mi cabeza con su saco de conciencia moral, me enseño reprimir a juzgar mi autentico accionar, entendí, que me moriría en mi realidad, es preferible vivir en una realidad muerta, así debe ser.






  
Pensamiento y razón:
Firma y aclaración:
Tortorella Eliana y Eliana Tortorella 








 
                     

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